"Si no pagas por un producto, tú no eres el cliente, eres el producto que se vende a los clientes y lo que se vende son tus datos personales".
"Cuando no pagas por un producto, tú eres el
producto", se aconseja pensar antes y
desconfiar siempre, cuando se envía un WhatsApp, se comparte algo en
redes sociales o se opera por Internet, porque es muy fácil "arruinar tu
vida en 20 segundos".
Esa debería ser la máxima que dirigiera nuestros pasos
cuando nos movemos por el ciberespacio. "Si no pagas por un producto,
tú no eres el cliente, eres el producto que se vende a los clientes y lo que se
vende son tus datos personales".
Es evidente, que en un mundo globalizado, cada vez más
digitalizado, para bien y para mal, nadie está libre de los riesgos,
pero lo importante es conocerlos para decidir si se está dispuesto a asumirlos
o no, ya sea en el ocio o el trabajo.
"Solo con enviar un WhatsApp estamos realizando
una transferencia internacional de datos”. Todos los mensajes viajan hasta
California, -donde está la central, antes de llegar al destinatario. Y si ese mensaje contiene un informe médico o cualquier otra
información sensible, hay que saber que se está trasmitiendo a un país que está
fuera de las medidas de protección de datos que establece Europa,
porque Estados Unidos no tiene una ley federal para proteger datos personales.
"Sin olvidar que WhatsApp es propiedad de Facebook, que no tiene un historial muy
limpio en el uso de datos personales". Y que las dos son
propiedad de la misma empresa, por lo que lo tienen muy fácil para acceder a un
perfil completo de sus usuarios, tanto público como privado.
Y además el uso de datos personales es muy goloso para
todo tipo de empresas. Con ellos se consigue que la publicidad de
las empresas sea cada vez más dirigida y personalizada y que
nosotros seamos cada vez más "influenciables”.
Además, se obtienen a través de cualquier dispositivo.
Un ejemplo son los relojes inteligentes, el negocio no está en la
venta de dispositivos, sino en la información que se obtiene a través de
ellos. “Algunos son capaces de medir los latidos, el ritmo
cardíaco, registrar arritmias y hasta hacer un encefalograma”. “Podría suceder
que nuestro banco nos denegara un crédito porque sabe que tenemos un riesgo
alto de ataque cardíaco gracias a los datos obtenidos a través de nuestro reloj
inteligente”.
Por eso, en ciberseguridad recomendamos ser muy cuidadoso con lo que se publica, desconfiar y ser
consciente de lo que se hace en redes
sociales, pensando antes cómo nos puede afectar en
el futuro cada publicación, cada me gusta, cada WhatsApp, para "no
arruinar tu vida en 20 segundos". Porque Internet no olvida nunca y lo que
se publica, se cachea en miles de servidores de los que no desaparece aunque se
borre la publicación original.
"Cada vez que publicamos algo, comentamos algo o
le damos a un me gusta, estamos entregando parte de nuestra
intimidad a la red social y le permitimos que nos conozca un
poco mejor". El problema, es que “en Internet pensamos que tenemos una
expectativa de privacidad que no tenemos, por eso en las redes sociales se
gritan cosas que no dirías en la calle y no nos damos cuenta de que lo que
decimos tiene un alcance mucho mayor”.
¿Y qué pasa con la nube?. Es un concepto muy bonito y
muy cómodo. Pero técnicamente es "colocar tus cosas
en el disco duro de otro" y la seguridad dependerá de lo
seguro que sea ese disco duro, sin perder de vista que “estamos poniendo
información en un sitio y no sabemos si la están usando ni cómo”.
Por eso es tan importante tener en cuenta la Ciberseguridad, -entendida como la seguridad de la
información en formato digital, ya sea cuando está almacenada, se transmite o
se utiliza-, en todos los casos y ámbitos, administraciones públicas, empresas
y particulares. El término se popularizó en 2016. Antes se hablaba de seguridad
informática, seguridad de la información o seguridad cibernética.
La afirmación sirve para particulares, empresas y
administraciones públicas. "No basta con tener el
mejor antivirus. La vulnerabilidad de los sistemas operativos o
los permisos que se conceden para acceder, permite abrir brechas en la
seguridad de cualquier dispositivo, de cualquier empresa o administración, por
grande que sea.
Además, cualquier cosa que se haga a través de medios
electrónicos deja un rastro, una huella digital. “Un
pago con tarjeta, un me gusta o una publicación en una red social, siempre deja
un rastro que puede ser usado”. Y los ataques informáticos están a la orden del
día. Fraudes, delitos informáticos, robo de datos bancarios y suplantaciones
son cada vez más frecuentes. "Los malos juegan con la psique del
ser humano y saben que cuando sube la emoción baja la inteligencia. Por
eso intentan siempre provocar una emoción para que actúes sin pensar".
Las recomendaciones son siempre las mismas. Desconfiar, no usar la misma contraseña para todas las
aplicaciones, tener al día las actualizaciones de seguridad del fabricante y
por supuesto contar con un antivirus, si es pagando, mejor.